sábado, 16 de junio de 2012

Calles color Naranja

Vacíos mis bolsillos, vacío mi estómago.

La humedad de la noche me acompaña, desoladas las calles color naranja repiten el sonido de mis pasos.

Hoy no habrá cena alguna, ni una cama a donde huir.

Solitario y hambriento como yo, deambula un perro sin rumbo y sin parar, lo sigo con un ojo y con otro cuido de mi espalda.

Parece burlarse de mi, no por ser mejor, si no porque le recuerdo mejores tiempos.

Es tarde para el ave de la mañana, es temprano para el vuelo de las lechuzas. Para mi es igual, todavía no puedo volver a casa, no hay tiempo para caminar y llegar al alba y ya es muy tarde para el tren tomar.

Resignado, abrazo mi desgracia y sonrío al viento, nadie escucha mi risa, nadie oye mi llorar.

Una firme banca será mi cama y mis ropas mi cobija. Esperando la mañana en medio de la plaza.

Increíble el silencio que aquí de noche abunda, parece muerta la ciudad y bajo el fulgor de las luces color naranja, pienso en tu espalda, pienso en tus caricias.

Incierto es mi dormir, errático mi soñar, rostros y números invaden mi mente y tus recuerdos aún más. No sé si llegue a mañana; pero el miedo no es más, el cansancio sobrepasa el eterno instinto de luchar.

Abro los ojos, aún estoy aquí, con los mismos zapatos rotos, con todo en mi mandil, las monedas que me quedan no suman más de diez no hay forma que estas me lleven hasta ti.

Decidido emprendo mi camino cuando apenas despunta el alba, la ciudad se convulsiona cual bestia al revivir y para mi es hora de regresar.

Las calles ya no son naranjas, ni mi vida es tan gris, al menos eso digo mientras espero en el andén de aquella enorme máquina que en la noche me verá volver.


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